sábado, 25 de febrero de 2017

El cogito y el criterio de verdad en Descartes

René Descartes nació en La Haye (Touraine) en 1596. Perteneciente a una familia noble, a los ocho años entró a la escuela jesuita de La Flèche, una de las más famosas de Europa en aquella época, donde permaneció hasta la edad de 16 años. Luego estudió Derecho en Poitiers hasta el año 1617. Más tarde, empujado por su afán de aventura se enroló, primero, en el ejército. Desde el principio de su filosofar, Descartes abandonó la filosofía de corte escolástico que había aprendido en La Flèche, -la cual, según él, poco tenía de utilidad-, para entregarse a la búsqueda de un saber fundado en el modelo del conocimiento matemático. A partir de 1621, ya abandonada la vida militar, se ocupó durante nueve años en experimentar y precisar su método, que expondrá en las Reglas para la dirección del espíritu. En 1637 publica tres ensayos, escritos en diferentes fechas, que tratan sobre los meteoros, la dióptrica y la geometría. Dichos ensayos van precedidos de un Discurso del método. A pesar de que pasó casi inadvertida en su época, es ésta su obra más célebre, pues constituye la primera exposición del conjunto de su doctrina. Años más tarde verá la luz su obra filosófica más importante, cuya gestación es anterior al Discurso del Método, las Meditaciones metafísicas (1641), que constituyen la exposición más amplia y profunda de su metafísica. En 1649, aceptando una invitación de la reina Cristina, pasó a vivir a Estocolmo. En la corte sueca prosiguió su intenso trabajo, el cual, unido al riguroso clima de Estocolmo, minó su salud hasta acarrearle la muerte el 11 de febrero de 1650.
Nociones: Duda y certeza: La duda es una exigencia del método cartesiano según la regla de evidencia intelectual, pues lo primero que se requiere para que una proposición sea cierta es que sea enteramente indudable. Pero la duda cartesiana no es una duda escéptica, sino metódica. A diferencia de los escépticos, que sólo dudaban por dudar, Descartes duda para llegar a la verdad. Su duda no es para él un fin (como para los escépticos) sino un medio. Asimismo, además de metódica, la duda cartesiana es universal y teorética. Universal porque se aplica a todo aquello de lo que se pueda dudar, y teorética porque no se extiende a la conducta, ya que en el campo moral acepta la moral social tradicional. Descartes desarrolla su duda metódica en tres fases: En primer lugar, Descartes pone en duda el ámbito de la experiencia sensible y de que las cosas sean como las percibimos mediante los sentidos, ya que en ocasiones nos engañan. En segundo lugar, añade otro motivo de duda: la imposibilidad para distinguir la vigilia del sueño. Del mismo modo que al dormir tomamos como real lo que soñamos, también podría ocurrir que la vigilia fuera una especie de sueño y que las cosas no existieran realmente, (me remito al ejemplo del despertar primero, donde la certeza entre lo que es soñado y lo que es vivido no existe). Finalmente, Descartes añade un tercer motivo de duda que le lleva a dudar de los razonamientos (incluso de los de la matemática). Para justificar este tercer nivel de duda, Descartes introduce en las Meditaciones metafísicas la hipótesis de un “Genio maligno”, esto es, un dios malvado que podría llevarnos a error cuando razonamos, haciéndonos creer, sin embargo que estamos en lo cierto. Esta hipótesis queda eliminada cuando demuestra la existencia de un Dios bueno. Así hasta que en una de esas noches tenebrosas en las trincheras le llega la inspiración, supongo de la mano de la lectura de uno de los textos de S. Agustín, dónde dice, “Si me engaño, existo”. Concluye Descartes, he aquí un principio del que ni siquiera los más encarnizados escépticos podrán rebatir: Puedo dudar de todo menos de que dudo. De ésta primera verdad infiere un criterio de certeza: la proposición ''pienso luego existo''; Primera certeza sobre la que asienta toda su filosofía. Por tanto, para que podamos considerar un conocimiento como cierto tiene que cumplir dos condiciones: la claridad y la distinción. Tendremos un conocimiento claro de una idea cuando ésta esté presente de un modo manifiesto en nuestra mente y, además, ese conocimiento será distinto cuando conozcamos de un modo diferenciado sus propiedades. Así, por ejemplo, conocer con claridad la idea de “triángulo” es saber que es la figura geométrica de tres lados, y conocerla con distinción es conocer también todas sus propiedades (por ejemplo, que tiene tres ángulos y que éstos suman 180 grados). Alma y cuerpo: Las nociones de “alma” y “cuerpo” en Descartes pueden ser analizadas a partir del concepto de “sustancia”. Para Descartes, “sustancia” es “aquello que existe de tal modo que no necesita de ninguna otra cosa para existir”. Así pues, debemos distinguir entre sustancias finitas (las almas y los cuerpos) y la sustancia infinita (Dios). Por tanto, toda sustancia es reductible a alguno de los dos atributos fundamentales: la extensión o el pensamiento. Hay, pues, tres sustancias últimas: La “sustancia pensante” (res cogitans), que se identifica con el alma. La “sustancia extensa” (res extensa), que se identifica con el cuerpo. La “sustancia infinita” (res infinita), que se identifica con Dios. Así pues, alma y cuerpo son diferentes, pues el alma existe aunque no existiera el cuerpo, es decir, no necesita del cuerpo para existir. Además, dado que el cuerpo pertenece a la sustancia extensa, éste es reductible a leyes matemático-mecánicas y, por tanto, el conocimiento verdadero del mismo consiste en reducirlo a tales leyes. Por ello el cuerpo es concebido como una máquina que ha de ser estudiado con independencia del alma. En sus Meditaciones metafísicas, Descartes planteó el problema de la relación mente-cuerpo. Se trataba de explicar cómo la conciencia, el espíritu, el pensamiento, la libertad, las ideas, el libre arbitrio, etc… pueden vincularse al mundo material, tal cómo la ciencia lo describe. Según Descartes el cuerpo y la mente son entidades (substancias, las llama él), distintas, cuyos comportamientos son fundamentalmente diversos. El alma es la sustancia cuyo atributo es el pensar. Tiene el poder de ejercer toda la actividad mental consciente como la imaginación, el entendimiento, la sensación y la voluntad. Además no posee cualidades materiales ni está sometida a leyes físicas. Por ello sus funciones superiores son aquellas que realiza por sí misma, sin influencia del cuerpo, como nuestros pensamientos, en los que Descartes incluye la voluntad y el entendimiento. Esto le otorga al ser humano libertad frente al determinismo de las leyes mecánicas. La mente está esencialmente vinculada al acto de pensar, sin espacio definido, y pude decidir libremente. El cuerpo, en cambio, está situado en el espacio, sin pensamiento, y lo gobiernan las leyes del movimiento. Algunas de las funciones corporales son la marcha, la respiración, la nutrición y la circulación de la sangre. Descartes postula el interaccionismo dualista como respuesta al problema de las dos substancias. En su opinión, en cada persona el cuerpo y la mente están unidos y cada uno de ellos influye constantemente sobre el otro. Pero ¿cómo puede afectar la mente al cuerpo, si éste se rige por las leyes naturales y la mente no? En opinión de Descartes, ambos interactúan en una pequeña glándula situada en la base del cerebro, que se denomina la glándula pineal, desde la cual la mente rige el movimiento del cuerpo en su conjunto. http://www.alcoberro.info/planes/descartes17.htm http://lafelicidadcomoplacer.blogspot.com.es/2012/03/dualismo-antropologico-de-descartes.html Pensamiento e ideas: Descartes se encuentra con una verdad indubitable “cogito, ergo sum” (“Pienso, luego soy/existo”), ya que, por muy universal que sea la duda no puede dudar de su propia condición: al dudar estoy pensando, y al pensar existo, al menos, como cosa pensante (res cogitans). Por ello, según Descartes, mi ser consiste en “pensar”. Ahora bien, el “pensar” en Descartes no es una actividad exclusiva de la inteligencia, sino que comprende también la vida emocional, sentimental y volitiva (sentir, querer, imaginar…). El pensamiento es el atributo del alma; Pensamiento viene a ser sinónimo de contenido consciente. No hay lugar alguno para el inconsciente. Acciones de la mente como pensar, sentir, decidir, emocionarse, dudar, amar etc. De todos estos contenidos tenemos una percepción inmediata, vivencias todas de nuestra consciencia. Por ello, podemos definir el “pensamiento” dentro de la filosofía cartesiana como el atributo propio del alma entendida como “sustancia pensante” (res cogitans). Descartes analiza el contenido del pensamiento: las ideas. Descartes clasifica las ideas en tres tipos atendiendo a su origen: Ideas adventicias. Aquellas que tienen su origen en la experiencia sensitiva y parecen referirse a cosas del mundo (p. ej: las ideas de árbol, caballo, etc.). (Decimos “parecen referirse” en vez de “se refieren” porque aún no nos consta la existencia de una realidad exterior). Ideas facticias. Aquellas que son constituidas por el propio sujeto a partir de otras ideas, independientemente de que se correspondan o no con los hechos (p. ej: la idea de un caballo con alas, etc.). Ideas innatas. Aquellas que el pensamiento posee por sí mismo y, por tanto, son independientes de los sentidos y del sujeto. En ellas se basa el conocimiento verdadero, pues son ideas absolutas (sustancia, causalidad, eternidad, infinitud, perfección…). Además, Descartes incluye también aquí la idea de alma (que se identifica con la sustancia pensante) y la idea de Dios (que se deduce a partir de la ideas de infinitud, eternidad y perfección). http://filflobac2.blogspot.com.es/2011/03/nociones-de-descartes.html Tema: El cogito y el criterio de verdad Ahora bien, en su proceso de búsqueda, Descartes se encuentra con una verdad indubitable que pasará a ser el primer principio de su filosofía: “Cogito, ergo sum” (“Pienso, luego existo”). No obstante, conviene recalcar que el cogito es una intuición intelectual, no un razonamiento o silogismo. Aunque en el Discurso del método el cogito, parece venir enunciado deductivamente (cogito, ergo sum), realmente esta proposición es fruto o resultado de una intuición directa, ya que es la primera verdad que se presenta intuitivamente al espíritu cuando duda. He aquí, pues, una certeza que Descartes cree firme y sobre la cual va a cimentar el edificio de su filosofía, pues no sólo ha descubierto la primera verdad, sino también el criterio de evidencia de toda verdad. La certeza de su existencia como cosa pensante (res cogitans) es una primera evidencia intuitiva, absolutamente clara y distinta, y, por tanto, indudable. Pero una vez que Descartes ha establecido su primera verdad y ha analizado lo que ésta significa, comienza a buscar todo aquello que se pueda derivar de esa primera verdad. Así pues, a partir del cogito, Descartes encuentra que: 1º. No necesita para ser de lugar alguno y no depende de nada material. 2º. Equipara el yo pensante al alma. 3º. El alma es distinta del cuerpo y más fácil de conocer que éste. 4º. Aunque el cuerpo no existiese, el alma no dejaría de ser lo que es. Pasemos ahora al criterio de verdad. El criterio de verdad en Descartes es la claridad y distinción que acompaña a la intuición de una idea. Dicho de otro modo: todo lo que conocemos de modo claro y distinto es verdadero. ¿Cómo obtuvo Descartes su criterio? Como él mismo, a través del análisis de las características de la primera verdad (cogito ergo sum). Es decir, una vez que obtuvo una verdad indubitable, que resiste a toda duda, consideró sus características, para enunciar así su criterio de verdad o certeza. Para Descartes, la evidencia consiste en la intuición intelectual de una idea clara y distinta, lo cual excluye la posibilidad de error. En sus Principios de filosofía, Descartes dice que llama “claro a aquello que está presente y manifiesto a una mente atenta, del mismo modo como afirmamos que vemos claramente los objetos, cuando, estando presentes al ojo que los contempla, operan sobre éste con fuerza suficiente. Pero distinto es aquello que es tan preciso y diferente de todos los otros objetos, que no contiene en sí mismo nada que no está claro”. Así pues, no es lo mismo claridad que distinción. Un intenso dolor interno es percibido claramente, pero no hay en él ninguna distinción, pues no sabemos ni de dónde procede, ni por qué, ni… Por eso, añade Descartes que “la percepción puede ser clara sin ser distinta, mientras que no puede ser distinta sin ser clara”. En suma, una idea es clara cuando se perciben todos sus elementos, y distinta cuando no se puede confundir con ninguna otra. Reconocemos que tenemos una evidencia cuando no podemos dudar de ella y, por otra parte, la evidencia clara y distinta es siempre verdadera. El prototipo lo hallamos en el cogito ergo sum. Convirtiéndose en criterio de verdad: todas aquellas proposiciones que se nos presenten al espíritu de forma clara y distinta con la misma claridad y distinción que tiene el “pienso, luego existo”, serán verdaderas, dejando fuera las demás. Contextualización Contextualización del pensamiento del autor en la historia de la filosofía y/o en su época histórica. A la hora de estudiar el contexto en el que se desarrolla el pensamiento de Descartes conviene atender a tres aspectos: la ruptura de la unidad del cristianismo, las disputas entre racionalistas y empiristas y el surgimiento de la “nueva ciencia” moderna. a) La ruptura de la unidad del cristianismo. Aunque en el siglo XVII Europa sigue siendo profundamente religiosa, la cristiandad está disgregada. La Reforma de Lutero (1530), la escisión anglicana (1534), la Reforma de Calvino (1544) y la Contrarreforma de los jesuitas (1544) dividen a los cristianos. Frente ello aparecen dos respuestas filosóficas: por un lado el escepticismo y por otro lado el racionalismo, éste último reivindica un concepto filosófico de Dios ajeno a las disputas teológicas. b) El surgimiento de la nueva ciencia Durante el s. XVII se produce una profunda transformación de la actividad científica de la mano de personajes como Copérnico, Kepler, Giordano Bruno o Galileo: el heliocentrismo pone en pie la llamada “revolución copernicana”. c) Las disputas entre racionalistas y empiristas. Situamos a Descartes dentro de la corriente filosófica el Racionalismo del siglo XVII, junto con Leibniz, Spinoza y Malebranche, frente a la teoría empirista del siglo XVIII, representada por Locke, Berkeley y Hume. La esencia del Racionalismo, podemos decir que es la autosuficiencia de la razón como fuente del conocimiento. El ejercicio de la razón no puede verse coartado por ninguna instancia superior: ni por la tradición, ni por la fe, ni por la autoridad. Características: El único conocimiento válido es el que se obtiene por la razón. Minusvaloración del conocimiento sensible: Los sentidos nos engañan y nos inducen a error. El conocimiento sensible es limitado. Ideas innatas: Afirma la existencia de ideas innatas, están en la mente, no proceden de la experiencia. Ciencia: La ciencia válida será la que posea universalidad y necesidad; la matemática aparece como prototipo de esa ciencia. Modelo de claridad y certeza. Mundo: Defiende la racionalidad del mundo: "todo tiene una justificación" nada es casual ni fortuito, y puede ser conocido por la sola razón. La necesidad de un método: La variedad de opiniones filosóficas era un espectáculo deprimente para Descartes: era preciso buscar una Filosofía única y verdadera, un saber universal, válido para todos. Descartes piensa que el uso de un método correcto podría hacer de la Filosofía una ciencia en el pleno sentido de la palabra. Descartes se fija en el método matemático. Admira la certeza, la claridad y la seguridad de estas ciencias. Al mismo tiempo aborrece la Escolástica decadente que ha estudiado, tras su profundo desengaño, que le llevará a abandonar sus estudios en el colegio de la Flèche. Por su parte, los empiristas consideran que nuestra mente es puramente receptiva y que se va llenando con los datos que nos proporcionan los sentidos. Por tanto, mientas que los racionalistas se apoyan en la razón, según el modelo matemático, para explicar el conocimiento; los empiristas lo hacen en la observación, en la experiencia, y tienen como ciencia paradigmática la Física. Contextualización del texto en la obra a que pertenece, otras obras El texto que nos ocupa se extrae de la parte IV del Discurso del método de Descartes. Esta obra, que consta de seis partes, aparece como prefacio a tres ensayos sobre la Dióptrica, los Meteoros y la Geometría, suponiendo la primera exposición del conjunto de la doctrina cartesiana. De hecho, además de cuestiones metodológicas, la obra contiene también importantes consideraciones de carácter epistemológico y metafísico. (Relación del Discurso del método con el resto de las obras de Descartes) En cierto sentido el Discurso del método se puede interpretar como un ejercicio de autobiografía filosófica. No en vano, atendiendo a la fecha de su publicación (1637), se sitúa entre dos de las obras filosóficas más importantes de Descartes: las Reglas para la dirección del espíritu (1628/29) y las Meditaciones metafísicas (1641). De hecho, el Discurso del método se presenta por una parte como un resumen de los preceptos metodológicos expuestos en las Reglas, y por otra, como una síntesis de los argumentos recogidos en las Meditaciones. Otra gran obra de Descartes en la que se alternan consideraciones metafísicas con deducciones de carácter matemático son los Principios de Filosofía. Influencias y proyección de la filosofía de Descartes Lo podemos considerar como el precursor moderno de la concepción mecanicista de la naturaleza. A la hora de valorar su aportación a la historia de la filosofía, Descartes aparece como el paradigma del filósofo moderno impulsor de la subjetividad racional. En este sentido, conviene centrarnos en dos aspectos claves en su pensamiento: su consideración de la idea de sustancia y su defensa de la existencia de ideas innatas. Por lo que respecta a la cuestión de las ideas innatas, Descartes aparece como un exponente claro de una corriente de pensamiento innatista iniciada por Platón con su concepción del conocimiento entendido como “anamnesis”, y que ya habían seguido otros autores como Agustín de Hipona y su doctrina de la “iluminación interior”. En la Modernidad, Leibniz expuso su propia versión conocida como “innatismo virtual” para responder a las críticas que algunos empiristas (como Locke) habían hecho al innatismo cartesiano. Finalmente, ya en el s. XX, pensadores como el lingüista Noam Chomsky han defendido una cierta forma de innatismo vinculada al lenguaje. A finales del XIX y primera mitad del XX vemos su influencia en otro de los grandes pensadores, el padre de la Fenomenología trascendental, Husserl, con su concepto de reducción eidética, suprimir todo conocimiento para ir a "la cosas mismas", desprendiéndolo de todo ropaje superfluo o añadido que no le pertenezca esencialmente. Esto supone suspender, "poner entre paréntesis" la cuestión de la existencia extramental, la exterioridad, que, al decir de Husserl, es algo que acontece en la propia conciencia. En esto consiste fundamentalmente la epojé que se lleva a cabo en la reducción fenoménica o externa, en abstenerse de emitir un juicio acerca de la cuestión de la existencia, tomándola exclusivamente como un aparecer en mi conciencia. Principales influencias recibidas por Descartes. En la concepción antropológica dualista toma como modelo a Platón, dividiendo cuerpo y alma, siendo ésta última la más perfecta, eterna e incorruptible, frente al cuerpo que funciona como una máquina, pues es res extensa, corruptible. La consecuencia de esto es que minusvalora todo lo que tenga que ver con la corporeidad en términos de conocimiento: "los sentidos nos engañan". La influencia aristotélica en la noción de sustancia y en su concepción del yo como sustancia o cosa que piensa, fueron influencias que recibió en su periodo de formación en La Fléche. La influencia de San Agustín es importante en temas concretos y en el espíritu general de su pensamiento: • Con respecto a su principio fundamental "pienso luego soy" vemos claramente el paralelismo con S. Agustín, "si me equivoco existo". • La duda escéptica como instrumento para cuestionar todas las cosas y las verdades que tienen su fundamento en el conocimiento sensible. •La vuelta a la interioridad de la conciencia, del yo, como camino más seguro para encontrar la verdad: «No vayas fuera, vuelve a ti mismo. En el hombre interior habita la verdad». •La evidencia de la existencia del yo en la misma vivencia de la duda o del error. •La doctrina de la inmaterialidad del alma y el espiritualismo. La otra gran influencia que recibe Descartes es la del pensamiento científico de su tiempo. Conoce bien la obra de Bruno, con el que coincide en algún aspecto, la de Kepler, aunque no acepta sus leyes, y la de Galileo, con el que coincide en la aplicación de la matemática a la física, pero discrepa en su falta de unos principios universales y un marco general en el que se encuadren las investigaciones particulares. Vigencia y actualidad de Descartes Todos los filósofos racionalistas e idealistas han recibido, de una u otra forma, su influencia: Leibniz, Spinoza, Kant y Hegel. Incluso la corriente empirista de Locke, Berkeley y Hume, tan alejada del racionalismo cartesiano en muchos aspectos, no se sustrae al papel de la subjetividad en el conocimiento y a que la actividad de éste recaiga sólo sobre las ideas, aunque el origen de éstas sea la experiencia y nieguen las ideas innatas. Muchas de las corrientes de la filosofía contemporánea son también deudoras del pensamiento cartesiano, en especial, la fenomenología. (Husserl, ya comentado) La concepción mecanicista de la naturaleza y de la ciencia como un conocimiento útil para dominarla hace de Descartes un pionero de la técnica moderna. Junto con Francis Bacon, tiene una concepción de la ciencia no teórica, sino fundamentalmente práctica. Pero también hemos de reconocer que Descartes se queda encerrado en su COGITO y que no sabe salir de él. Empezó en un primer momento a confiar en ideas claras y distintas, pero al encontrarse con la existencia de Dios, y de las realidades extra mentales, ya no confía en ese criterio de certeza, y sólo confía en la veracidad de Dios que, como es perfecto no le puede engañar.